jueves, 4 de septiembre de 2008

Tercera Obra en Competición


TÍTULO: “Invocación”


DIRECTOR: El Pijo


GÉNERO: Fantasía, romance


ELENCO:

Natalie Portman (Ginebra Litz)

Jonathan Rhys Meyer (Paul)

Viggo Mortensen (Víctor Marat)

Madre de Ginebra (Kathy Bates)


MÚSICA: (te envío también los enlaces de los vídeos de youtube en los que sale la música)

· “Smells like teen spirits”, de Nirvana (pero la versión que se hizo para Moulin Rouge, interpretada por Tori Amos)

· Banda sonora de la película “El código da Vinci”, compuesta por Hans Zimmer:

· Banda sonora de la película “El ilusionista”, compuesta por Philip Glass:


SINÓPSIS: el ambicioso Víctor Marat invoca al diablo para conseguir la inmortalidad. Pero las cosas no salen como él tenía previstas. Por ello, Ginebra Litz, la única persona que estuvo presente en la invocación, intentará detenerle.


ARGUMENTO:

París, ya entrada la noche. Un coche se dirige por la calle, a orillas del Sena. Prácticamente no hay nadie caminando. El coche llega a una calle y aparca. De ella baja una silueta de mujer. Cierra el coche y comienza a caminar. Tras unos segundos, pasa por debajo de un arco, y sale a la plaza del Louvre, alumbrada por la pirámide de cristal. Llega a la puerta, y se identifica ante un guardia, que al segundo la deja entrar (no dirán palabras, la joven mostrará una tarjeta). Ella de pierde de vista en un pasillo.

En el mismo edificio, un hombre mira a través del cristal de una ventana, impaciente. Gira la cabeza cuando comienza a escuchar pasos, y una joven de entre veinticinco y treinta años llega a su lado. La estancia únicamente la ilumina la escasa luz que entra por la ventana.

“Hola Víctor”, dice tímidamente la chica. “He traído todo, aunque si me explicas que es lo que vamos a hacer te lo agradecería. Podíamos haber quedado perfectamente unas horas antes y así…”

“Calla”, la cortó el hombre. “No es para ninguna entrevista, te necesito para otra cosa, Ginebra”.

Ginebra se sintió incómoda. Antes de que pudiese decir nada, él continuó hablando:

“Recuerdas que tu familia sigue en deuda conmigo. Gracias a mí, tenéis los contactos que tenéis y vuestra influencia en París. Siempre me habéis caído bien, y aunque ya me hayáis devuelto todos los favores, seguiréis siempre en deuda conmigo. Yo os hice influyentes, yo puedo destruiros”.

“¿Y se puede saber qué vamos a hacer en el Louvre a las tres de la mañana?”

Ginebra sentía miedo. No se había movido ni un milímetro desde que había llegado. Se quedó en silencio, viendo como Víctor sacaba de una bolsa que tenía dos velas y una tiza, y de repente se dio cuenta de que llevaba una pistola en el cinturón. Víctor la señaló un cuadro, y Ginebra, se dio cuenta de que algo no cuadraba:

“Ese cuadro no debería estar en esta sala, y esos otros tres tampoco”.

“Lo se, mi querida Ginebra”, Víctor la observaba con cara malévola. “Dime, cual es el, por decirlo de alguna manera, ¿el factor común de estos cuadros?”

Ginebra, de repente sobresaltada, se dio cuenta de ello, y entonces sintió más miedo que anteriormente. Lentamente, abrió la boca para contestar:

“Son cuadros que representan a el diablo”.

“¡Correcto!”, Víctor se mostraba excitado. “Y dirás que para qué. Pues bien, llega un momento, en que cuando un hombre controla una de las ciudades más poderosas del mundo, y a su vez prácticamente un país… pues llega un momento en el que, si tienes tanto poder, un poquito más no te puede hacer daño. El pueblo me adora, Ginebra, ¿qué pasaría si el pueblo me adorase eternamente?”, hizo una pausa, y le tendió la pistola a Ginebra. Quien se extrañó y tembló todavía más.

“Te voy a explicar lo que voy a hacer. Voy a encender estas velas sobre este círculo aquí dibujado, justo en el centro de los cuatro cuadros. Cuando el fuego empiece a subirme por los brazos, tú me dispararás. Y aquí llega lo más gracioso de todo, a pesar de que me matarás, no me moriré. Por cierto, más te vale hacerlo bien, porque si no sale como tenía pensado, y me muero, tú serás acusada de mi asesinato”.

Víctor contaba todo esto con la mayor naturalidad del mundo. Hizo un gesto a Ginebra, quien fue a la esquina más alejada de Víctor. Desde allí tenía una perfecta visión de la estancia: los dibujos que había hecho Víctor, estaban perfectamente alineados con la luz de la luna llena que entraba por la única ventana de la estancia, jamás Ginebra había visto una luna tan redonda y siniestramente bella. Y rodeando a los dibujos, cuatro cuadros que representaban a El Diablo. Sus piernas la temblaban. Entonces Víctor, con toda la naturalidad del mundo, y en unos segundos que parecían horas, se sentó en medio de los dibujos que había realizado, y se dispuso a meter las manos en las velas. Ginebra no sabía que sería peor, si hacerlo bien o hacerlo mal.

“Yo, Víctor Marat me sacrifico para que Él me de una vida eterna”. A Víctor le subían las llamas por el cuerpo, pero en su cara no había dolor, solo una amplia sonrisa. Ginebra intentó no dudar, y finalmente disparó.

Todo sucedió muy deprisa, y de las velas salió un fogonazo, a la vez, que de los cuatro cuadros salían siluetas, que al llegar al centro de la estancia, se fundieron en una sola. Ginebra estaba derrumbada en la esquina, quieta mientras lo veía todo, sintiendo una gran oscuridad dentro de sí misma, y el mayor temor que jamás había sentido. Tras unos minutos, el fuego desapareció, y solo quedó Víctor, sin quemaduras en las manos, vivo. Ginebra vio como se acercaba a ella, y entonces, perdió el conocimiento.

Ginebra despertó en su cama. Se dio cuenta de que ya llegaba tarde al trabajo, y corrió en vestirse. Cogió su cámara de fotos, pues trabajaba de periodista, y corrió a la cocina. Allí estaba su madre, quien se tuvo que apoyar en la mesa al ver entrar a su hija por la puerta. La miraba asombrada.

“¡Mamá, quita esa cara de asombro! Hazme algo de desayunar, que tengo tanto hambre como si me hubiera pasado varios meses sin comer.”

Para su sorpresa, su madre corrió hacia ella y la abrazo, con lágrimas en los ojos.

“No me extraña hija,” dijo su madre con miedo en la voz. “Llevas tres meses tumbada en la cama sin despertarte. Creímos que habías sufrido uno de los ataques.”

“¿Qué?”, Ginebra se quedó petrificada.

“Sí hija, has pasado más de tres meses tumbada en la cama, sin reaccionar. ¿Qué pasó?”.

Ginebra casi se derrumba. Se sentó en una silla y su madre corrió a por algo para que ella comiese. Su madre la empezó a acosar a preguntas, pero no se acordaba de nada. La decía que la habían encontrado en el Louvre, y que ella había sido el primer ataque. Ginebra estaba ausente, no entendía nada.

“¿Y Paul?”, preguntó Ginebra.

“Pues pasa a visitarte todas las tardes. Ahora supongo que estará trabajando. A él no le ha pasado nada.”

Ginebra rápidamente se levantó y corrió hacia el teléfono. El teléfono no tardó en contestar:

“¿Si?”, contestó una voz al otro lado.

“¿Paul?”

La voz se quedó atónita, y tardó en reaccionar:

“¿Ginebra?”

“Sí, soy yo. Ya desperté.”

Paul dio un grito de jubilo, y sin dejar reaccionar a Ginebra, la dijo que se preparase, que en menos de diez minutos pasaba a buscarla, que tenía muchísimas ganas de volver a ver la luz de sus ojos, y a volver a decirla “te quiero”.

Un coche aparcaba junto a la acera, y de él salía un joven de buen ver, arreglado y elegante, corriendo hacia Ginebra. Se fundieron en un enorme abrazo finalizado en un beso. Él casi estaba llorando. Y ella estaba totalmente confusa ya que no entendía nada.

Ya sentados en una terraza de un café:

“¿Qué hacías en el Louvre de madrugada? ¿Quién te llamó?”

“Si te digo Paul, que no me acuerdo absolutamente de nada, ¿me crees?”

“Pues sí, no eres la única a la que le ha pasado esto. Aunque contigo es con quien más he sufrido”, sonrió, “mira, para que te enteres mejor, lee lo que han escrito en tu revista durante tus tres meses de ausencia”.

Paul tendió a Ginebra tres tomos de la revista donde ella trabajaba, dos de ellas, poseían portadas normales, pero la que parecía ser la más antigua, tenía en portada los siguientes titulares: “DESAPARECE VICTOR MARAT, ALCALDE DE PARÍS”, y justo debajo de eso, “SE ENCUENTRAN VARIAS VÍCTIMAS CON EXTRAÑOS SÍNTOMAS, ENTRE ELLOS UNA COLABORADORA DE NUESTRA REVISTA”.

Ginebra estaba petrificada. No por los titulares.

“Ya me acuerdo, Paul”, fue Víctor Marat. “Él me citó en el Louvre”.

“¿Qué?”

Ginebra, sabiendo que a su novio le podía confiar todo, le contó todo lo que había pasado esa noche de hace tres meses en el Louvre, ante su cara asombrada.

“¿Entonces es verdad que tú fuiste la primera víctima?”

“¿Me crees?”

“¡Como no voy a creerte!”, contestó elevando la voz Paul, al tiempo que Ginebra le hizo una indicación para que hablase más bajo. “Desde que tú entraste en coma, ha habido extraños ataques a personas en todo París. Cada noche, una persona es atacada por una extraña criatura. Esa criatura, lo que hace es, por decirlo de alguna manera, es chupar la sangre a su víctima. Pero luego le introduce una sustancia. Y esa sustancia tiene diversas consecuencias. La mayoría de personas entra en coma, como tú, pero también se han dado muertes. Antes que tú, ya han despertado otras personas, pero esas no se han logrado acordar de cómo fue el ataque. Tú sí.

“Yo en realidad no me acuerdo de el ataque, me acuerdo de lo que ocurrió antes. De todas maneras, fingiré no acordarme de nada, así la policía me dejará tranquila.”

“¿Por qué harás eso?”

“Paul, porque todo lo que vi es muy peligroso. Supuestamente vi al diablo de verdad. Prefiero no recordarlo. Además, tal vez yo sea la única que pueda hablar con esa criatura. Que estoy prácticamente segura que es Víctor Marat. Ya que la desaparición de nuestro alcalde coincide con el mismo día del primer ataque, es decir, el mío.

“¿Y como piensas encontrarla? París es enorme, y la criatura no se deja encontrar.”

“Entonces haré que me encuentre él a mí”.

“Pero encuéntrala mañana, que esta noche quiero recuperar el tiempo perdido”.

Ginebra mira a Paul y la escena se cierra con un plano general del café y ellos besándose.

Ya en casa de Ginebra, al día siguiente, Paul y ella estaban sentados frente a un enorme mapa de París.

“Me llegué a enterar por uno de mis contactos, que la policía había descubierto el sistema de ataques que tenía la criatura. Por lo visto la criatura sigue un orden. Pero al parecer no lo quieren revelar porque se podría armar tal revuelo que mejor no decirlo.”

“Que estupidez. Creo que es más importante la seguridad de los ciudadanos.”

“Aún así, Ginebra, París hasta menos de un mes ha estado sin alcalde. La gente cree que Marat, al saber lo de los ataques, abandonó la ciudad, por lo que, de adorarle, la gente ahora le odia. Los ataques además se están llevando con completo silencio, y son tema tabú. ¿Por qué te crees que en la revista que trabajas, solo hablan de ello en el número más antiguo? Se han dado órdenes estrictas de que esto no salga de la ciudad, para no reducir el turismo. Los parisinos tienen mucho cuidado con salir de noche. Casi la totalidad de los atacados, son indigentes, gente de mal vivir o turistas.

“Bueno, dejemos eso de lado. Tengo que ir a encontrarme con la criatura y detenerla. Yo estuve con Víctor cuando se convirtió en eso, y yo tengo parte de la culpa de todos los ataques, ya que le ayudé. Necesito limpiar mi conciencia.”

“Ginebra, tú no tienes culpa de nada”.

“Déjalo”.

Comenzaron a analizar los ataques. Si la policía había registrado un orden que llevaba la criatura, ellos también podrían. (Todos estos avances, en la película se mostrarían mediante conversaciones) La primera víctima, Ginebra, la habían encontrado en el Louvre. La segunda, en “La place de Victories”, la siguiente en una calle de barrio tercero. Tras ella, se había encontrado a un administrativo muerto en el ayuntamiento. Así siguieron hasta llegar a veinte víctimas (eso, ya se muestra mediante imágenes con música, sin diálogos). Para hacer de víctima, habían colocado una figurita encima del plano, en el lugar donde murió. Fue entonces cuando Ginebra se dio cuenta de algo:

“Están en espiral”.

“¿Perdón?”

“Las figuras, que están colocadas en espiral. Yo soy el centro de ese espiral.”

“Si, es verdad, que casualidad”.

“No, casualidad no”. Ginebra se acercó al plano más. “Mira, yo fui atacada en el distrito primero. La segunda, en el segundo. La tercera víctima en el tercero, la cuarta en el cuarto… y así y finalmente la víctima número veinte se la encontró en el cementerio Pere La-Chaise, ¡el distrito número veinte! ¿Dónde se encontró a la víctima número veintiuno?”

“En los jardines de las Tullerías”.

“¡Justo!”, respondió Ginebra excitada. “Los jardines de las Tullerías, como el Louvre, en el distrito primero. ¡Vuelve a empezar!, la criatura ataca siguiendo el orden de los distritos, y volviendo a empezar.”

Se les hizo la luz, y continuaron comprobando por seguridad. Finalmente, Ginebra tenía razón.

“Exactamente, ¿cuántos días llevo yo en coma?”

“Los tenía contados, en total, noventa y seis noches, contando con la de tu ataque.”

“Noventa y seis, más uno de ayer por la noche que ya estaba despierta. El ataque que se realizará esta noche será en número noventa y ocho, lo que equivale a…”, Ginebra miró el mapa. “Esta noche, la criatura ataca en el distrito dieciocho, Montmartre”.

Ginebra espera sentada en varios cafés. Primero mira el reloj en uno y son las diez de la noche. Al poco rato, la llama Paul al móvil:

“Estoy cogiendo el coche, no se como me convenciste para dejarte sola”.

“¡¡Paul!! Te lo dejé bien claro. A ti, la criatura no te ha atacado, así que no queremos ponerle una presa fácil. A mí ya me atacó una vez, no lo volverá a hacer. Pero si es Víctor Marat, seguramente quiera hablar conmigo, para que yo lo solucione.”

Tras varias imágenes mostrando como va de un lado al otro del barrio, y mostrando imágenes de Montmartre y la iglesia del Sacre Coeur, y la plaza de los pintores, se la ve a ella en otro café, mirando el reloj a las dos de la noche.

Se levanta, y va hacia donde dejó el coche. Camina por calles ya vacías. Pero sabía que sería ahora donde la criatura se dejaría ver. Dio unos cuantos rodeos, para hacer más largo el trayecto al coche. Finalmente, llegó a la calle donde le tenía aparcado, junto a una pequeña plaza. Subió al coche, y justo en ese momento, un ruido la alarmó. Miró por la ventanilla, pero en la plaza no parecía haber nadie. Estaba a punto de arrancar cuando un ruido como de cubos de basura la alertó más. Sabía lo que significaba. Salió del coche, dejando la puerta abierta, y entre las sombras de una esquina vio una silueta. La silueta también la vio a ella, y poco a poco salió de las sombras para dejarse ver. Ante Ginebra, estaba una especie de criatura medio animal medio humano. Su cuerpo era más alto que el de un humano, pero estaba encorvado, y era excesivamente delgado. Sus dedos se habían alargado prácticamente el doble, y el poco pelo que le quedaba le caía desparramado por la cara. Dos pequeños cuernos salían de la parte superior de la cabeza. Y su cara… Era una cara arrugada, con dos terroríficos ojos rojos…

“¿Víctor?” Ginebra estaba aterrorizada.

“Sí”, Víctor suspiraba cada palabra, y parecía que hablar le era un gran esfuerzo.

“¿Qué pasó? ¿Qué le está haciendo a París?”

Víctor la miró, con sus terribles ojos. Pero eran unos ojos tristes (se hará un primer plano de los ojos de la criatura). Ginebra sabía que no la pasaría nada, por lo que adopto una posición de seguridad y firmeza, aunque eso la costase.

“Tú viste la locura que hice. Quería ser todopoderoso. Y le invoqué a Él. Él, me prometió la inmortalidad a cambio de hacer un ritual todas las noches. Cada noche, he de tomar una parte de la sangre de una persona, e introducirle un poco de la mía… Pero él… Nunca te dará lo que tú quieres.” Dijo Víctor Marat para sí mismo, hacía grandes pausas entre frase y frase. “Por eso todas las personas que han hechos algún trato con Él nunca han salido bien paradas. Mírame, ¡soy un monstruo! Tarde o temprano esto empeorará, y me acabaré convirtiendo en una criatura sanguinaria, sin corazón, pero nadie podrá acabar conmigo, seré inmortal. Me acabaré convirtiendo en alguien como Él. Un ser temido por todos.”

“Víctor…”, Ginebra suspiró. “Se que tú no lo quieres hacer. Tranquilo, nadie tiene por qué descubrir en lo que te has convertido. Yo te sacaré de París. Te llevaré a una isla, allí no podrás atacar a nadie”.

Víctor cambió la expresión de la cara.

“Entonces moriría”.

Ginebra, extrañada por primera vez contestó:

“Víctor… pero no harías daño a la gente”.

“Pero yo no quiero morir”.

“Mejor morir a llevar una vida así. ¡No tienes alma Víctor! Tú alma la tiene el diablo”.

Víctor cambió totalmente la expresión. Ahora intentaba esbozar una sonrisa, todo lo que su maltrecha cara podía.

“Ginebra, te voy a decir una cosa. Yo no quiero morir. Solo quiero volver a ser la persona que era antes”.

Ginebra sintió un escalofrío, y se alejó instintivamente de Víctor.

“Ya entiendo. Me lo acabas de decir. Necesito un alma, Ginebra, así volveré a ser quien yo era”.

Una pausa terrible. Ginebra comenzó a alejarse ya sin disimulo, sin dejar de mirar a la criatura.

“No podrías robar el alma a alguien inocente”, dijo Ginebra.

“Nunca lo haría. Pero tu familia aún me debe favores”, dijo Víctor señalando a Ginebra, y comenzó a avanzar hacia ella, con un brillo de completa locura en los ojos.

Ginebra corrió hacia el coche, que seguía con la puerta abierta. Para sorpresa suya, la criatura se había detenido en el centro de la plaza, mirándola fijamente. Sin dudarlo, arrancó, dejándola atrás.

“¿Pero por qué hija?” preguntaba la madre de Ginebra.

“Mamá, ya te lo he dicho tienes que ir con tu hermano, al campo. Solo puedo decirte que ahora mismo, no es seguro que ningún miembro de nuestra familia permanezca aquí. Dicen que la criatura es sensible a atacar a las familias de las víctimas que ya ha atacado. Tú eres lo único que yo tengo, y no puedes correr ese peligro”.

“¿Y tú por qué no vienes?”

“Porque a mí ya me atacó y no me volverá a atacar. Además, yo tengo trabajo. Tú hace tiempo que dejaste de trabajar, y ya eres mayor, necesitas cuidarte. Además, solo será hasta que la criatura sea capturada”.

Continuaron las despedidas, y tras un largo abrazo de madre a hija, la madre de Ginebra, subió en el coche que había venido a buscarla.

Lo siguiente que hizo Ginebra, fue a hablar con el jardinero y la asistenta, y les dijo que hasta que su madre no volviese a casa, tenían vacaciones, ya que ella se iba a ir a vivir a casa de Paul durante una temporada. Les dejó bien claro que no quería que nadie que ella conociese pisase esa casa.

Tras eso, cerró con llave todas las puertas, y se dispuso a dejar su casa.

Al poco tiempo, llegó al piso en el que vivía Paul.

“Bueno, veo que al final ha sido una criatura del diablo la que te ha convencido para que vengas a vivir conmigo”.

“No digas tonterías. Víctor quiere mi alma para volver a ser normal. Cosa que dudo que pueda ser verdad. El caso, es que viene a por mí. No sabe de tu existencia, por lo que estás seguro. Pero sí que conoce a mi madre y sabe donde vivía. Por lo que ella no podía quedarse en París y esa casa tenía que ser desalojada”.

“¿Y que vas a hacer?”

“No salir por la noche. Que remedio. Víctor no me debe encontrar nunca”.

“Vale sí, pero ¿harás excepción el día de nuestro aniversario?”

Era la noche del aniversario de Ginebra y Paul, y lo habían ido a celebrar a un restaurante del barrio primero, ya que la noche anterior se había encontrado allí una víctima, y Víctor no atacaba dos noches seguidas en el mismo barrio. Ginebra había estado inquieta toda la noche. Ya en el coche de camino a casa, al pasar por delante de la Torre Eiffel, Paul paró el coche.

“¿Se puede saber que pasa ahora?”

“Estás poco romántica tú hoy…”, la miró escéptico.

“Son las once y media, y fuera hay una criatura buscándome para coger mi alma”.

“Pero es nuestro aniversario, y tenemos una tradición. No tardamos ni medio minuto”.

Ginebra le miró, y se dio cuenta. Sonrió y rápidamente salió del coche. Ambos dos corrieron debajo de la Torre Eiffel, y justo en el centro, se besaron.

“Una aniversario sin besarnos donde nos conocimos y donde nuestro primer beso, no sería lo mismo”, sonrió Paul.

Ginebra estaba feliz. Se giró para volver al coche, pero se la heló la cara.

“Paul, el coche no está”.

Paul se giró y lo vio. Donde antes había dejado el coche ahora no había nada.

“Tranquila. No tiene por qué ser nada malo. No lo cerré, para ir más rápidos. Pero alguien ha sido más rápido que nosotros”.

“Paul, dios mío, no hay nadie por aquí. Vámonos”.

“Tranquila”.

“¡¡Paul!! Quiero irme, solo quiero un lugar donde halla gente”.

Ambos dos empezaron a andar, pero todo el paseo de la Torre Eiffel estaba desierto, ni un solo turista.

“Tranquila”, decía Paul. “Ayer atacó en el cerca del Louvre. Estamos muy lejos, y además, no puede haber hecho esa distancia en una noche. Le habrían visto”.

“Llama a alguien, quiero que la gente sepa que estamos aquí. ¡¡Llama a alguien Paul!!”, Ginebra estaba histérica y temblando de pies a cabeza.

En ese momento se escuchó un ruido de algo que caía junto a ellos. Ginebra se dejó caer, pero Paul la cogió al tiempo.

“Ya es tarde”, A lo lejos, Ginebra vio la silueta. “Paul, vete, no te debe ver conmigo, por favor”.

“Hola Ginebra”

Paul hizo como que no había escuchado nada, cogió a Ginebra en brazos y salió corriendo de allí. Pero era tarde. Al girar en un momento del camino, se topó de bruces con la criatura.

“No hemos hecho presentaciones”.

Víctor Marat tenía un brillo irracional en los ojos. Y una sonrisa malévola. Los cuernos habían crecido y su piel se había escamado. Ginebra hizo ademán de bajar de los brazos de Paul, y este la bajo, pero la mantuvo agarrada en gesto de protección.

“Bueno, como veo que estás poco dispuesta a presentarnos. Víctor Marat”

Tendió la mano a Paul. Unos instantes de duda, pero Paul era firme y no le tendió la mano. Le sostenía la mirada.

“Tendremos que hacerlo por las malas”. Sin dar tiempo a actuar, Víctor cogió a Paul con una fuerza atípica para su estado, que impedía a Paul soltarse. “¿Así estás más dispuesta a escuchar, Ginebra?”, Ginebra seguía sin decir nada, mirando con odio a la criatura. “Supongo que sí. Hoy me darás tu alma. Te veo dentro de una hora en lo más alto del Arco del Triunfo. Es un lugar perfecto para realizar la invocación. Y por si no me crees, te digo que el se viene conmigo. Y también te digo, que nada más verle he sabido que si tomo su sangre y le meto la mía, el no entraría en coma. Él moriría. Si vienes, él vivirá. Si no, dudo que lo haga. Por cierto, si se avisa a la policía, él muere”.

Tras eso, un fogonazo se llevó a Víctor y Paul, dejando a Ginebra destrozada en sus lágrimas.

Ginebra ya estaba en lo alto del arco del triunfo. La luna llena brillaba como nunca. Se asombraba de lo listo que había sido Víctor. Era casi la una de la noche, y ya prácticamente no había nadie por la calle. Y los que estuviesen en la calle, no les llegaría la vista al lugar donde ellos estarían. Ginebra miró alrededor suyo. De la plaza del Arco del Triunfo salían las doce calles. Ante ella, los campos Eliseos. Lloraba.

“Tranquila, querida, yo no tengo alma y sigo disfrutando de la belleza de París”.

Ginebra se giró, y en ese momento, Víctor soltó a Paul, quien corrió hacia Ginebra y la besó.

“Bueno, bueno, tranquilos”, decía Víctor, divertido. “Si me hacéis el favor, Ginebra, ponte dentro de ese círculo que he dibujado, deja a Paul lejos, no le voy a hacer, no tengo por qué hacérselo”.

“¿Por qué lo haces?”, preguntó Paul. Evitando que ella se separase de él.

“Porque si no, no parará de sufrir gente. Yo le ayudé a convertirse en esto, y alguien tiene que detenerle. Y esto te lo pido por favor, cuando me convierta en algo como él, llévame a una isla desierta, donde no pueda hacer mal a nadie”.

“Eres increíble, Ginebra. Contaré tu historia. Serás recordada. Y yo no te olvidaré. Pero, ¿por qué no puedo ser yo en vez de tú?”

“Porque tú no podrías”, dijo de repente Víctor con su voz gutural.

“No escuches, por favor”, dijo Ginebra, llena de odio.

“Déjame explicar esto, querida. Él no podría, porque él no se querría sacrificar. Y para que esto funcione, tenemos que querer los dos. Si no, ambos salimos perjudicados. Y yo no quiero estropearme más. Ginebra quiere acabar conmigo.”

Paul miró a Ginebra, y ella lloró. Se volvieron a besar, y ella dejó a Paul, para colocarse en su círculo. En frente, Víctor estaba en otro círculo, y entre ellos, un recipiente de más o menos metro cuadrado de superficie, en el que había un agua cristalina. A los lados del recipiente, los mismos dibujos que había en el suelo del Louvre y dos velas.

“¿No hay ninguna representación como esos cuadros para atraerle?”, dijo Ginebra.

“Para eso ya estoy yo”, dijo Víctor, divertido, y menos humano que nunca.

Comenzó a decir unas palabras, y de repente, en el agua, una silueta terrible apareció. Ginebra no se atrevía a mirarla. Era como si solo esa figura la quemase los ojos. Buscó a Paul, pero para su sorpresa había desaparecido. Pero tras menos de medio minuto, vio a Paul salir de las escaleras, con el móvil en la mano. Ginebra tembló. Se giró hacia Víctor y vio que estaba con los ojos cerrados hablando solo. El reflejo del agua había desaparecido. Todo continuó así durante minutos interminables, pero tras eso, Víctor levantó la mirada, y miró a Ginebra.

“Es fácil, es como un autosacrificio. La única diferencia, es que, en vez de tener que morir solo una persona para conseguir lo que queremos, tenemos que matarnos el uno al otro, pero ambos seguiremos vivos, yo con alma, y tú sin ella. El ritual ya está hecho, ahora Él nos dará lo que hagamos. Deberían enseñar esto en las escuelas, es muy fácil. Coge ese cuchillo”, dijo Víctor, loco. De la nada, aparecieron dos cuchillos, uno en cada círculo. Ginebra cogió el suyo, pero en ese momento, un fuerte viento les sacudió.

Era un helicóptero. Víctor estalló como loco.

“¡¡Traidor!! ¿¡Dónde está!?”

Ginebra vio como Víctor lanzó una llama de fuego al helicóptero, que fue a golpear contra uno de los edificios de la plaza. A su vez, recubrió todo el borde del Arco del Triunfo de llamas. Ginebra vio como las llamas les rodeaban, y dejaban a Paul sin escapatoria, debido a que Víctor se dirigía hacia él.

“Veo que, a pesar de que prometiese lo contrario, tendré que matarte. Pero de todas maneras, no soy el primero que rompe la promesa”. Sin dejar actuar a Paul, Víctor le acorraló. Ginebra salió corriendo del círculo. Pero por más que gritó, y por más que intentaba acercarse, Víctor la mantenía separada por una barrera de llamas que había hecho en el instante. Ella lloraba, sintiéndose impotente. Paul estaba paralizado, agarrado por Víctor, inmovilizado. En segundos que parecieron horas, le hizo con una de sus uñas un corte en el brazo, del que empezó a salir sangre. Víctor pasó su mano por la sangre, y se la llevó a la boca. Tras eso, hizo otro corte en su brazo, del que apenas salió sangre, y junto ambas sangres en la herida de Paul. Al instante, Paul se derrumbó. La barrera de fuego que impedía a Ginebra avanzar se deshizo, y Víctor se fue, debido a que había llegado otro helicóptero, del que venían disparos. Ginebra lloraba al lado de Paul. Seguía con aliento, pero era muy débil, y no resistiría prácticamente mucho tiempo.

“¡¡Monstruo!!”, Gritó Ginebra a Víctor, justo en el momento en el que el helicóptero corría el mismo destino que el anterior. “Dijiste que le dejarías”

“Él avisó a la policía. No debió hacerlo. ¿Continuamos?”

Ginebra tenía la cara llena de odio, pero de repente se acordó de algo. No dudó:

“Tú tampoco has cumplido tú promesa. Dijiste que no le matarías. Le has matado, no realizaré el sacrificio”. Y entonces, ante la incredulidad de Víctor y sin darle tiempo a actuar, Ginebra cogió el cuchillo y se lo puso en el pecho. “Yo, Ginebra Litz, sacrifico mi vida a Él, para que acabe con Víctor Marat”.

Tras eso, Ginebra se clavó el cuchillo en el pecho, y Víctor gritó de dolor, a la vez que un fogonazo salía entre ellos dos. Víctor, inmóvil ante el diablo, no podía hacer nada, pero el fuego con el que Él había venido, le acabó sucumbiendo, y le quemó todas las partes del cuerpo. Tras que el cuerpo chamuscado del malogrado Víctor Marat cayese al suelo, sin vida, el fuego desapareció, y con el, el diablo.

Ginebra ya no se preocupaba de eso. Con las últimas fuerzas que tenía, acercó su cuerpo al de Paul, le agarró, y juntó sus labios a los suyos. Tras eso, los alientos de Ginebra y Paul se apagaron, pero junto a ellos, toda la amenaza de la criatura invocada.


DETALLES DEL DIRECTOR:

· Las escenas ocurren en el mismo orden que está escrito.

· La ciudad de París tendrá un protagonismo principal en la película, mostrando toda su belleza contrastando con la crudeza de la historia. Los planos generales abundaran mucho.

· La banda sonora de El Ilusionista se escuchará al principio de la película, en todo lo que dura el trayecto del coche de Ginebra hasta encontrarse con Víctor en la sala del Louvre. Durante la primera invocación, también se escuchará esta melodía, aunque se harían pequeñas adaptaciones para que no fuese exactamente igual.

· Mientras que Ginebra y Paul se besan bajo la Torre Eiffel en su aniversario, sonará la melodía de “Smells like teen spirits”.

· La banda sonora de El código da Vinci acompañará a toda la escena final, entrecortándose, y sonando sobre todo en la parte en la que Ginebra mira a su alrededor (pero solo para ambientar, sonará el principio de la melodía). Cuando Víctor empieza a hablar, la música se apaga sin que el espectador se de cuenta.

· Por último, suena otra vez la melodía para dar un gran clímax al momento en el que Ginebra se clave el cuchillo, las imágenes y la música serán un extasis visual y poético para hacer un final más impresionante, haciendo que el momento en el que Víctor es abrasado parezca bello, y deteniéndose mucho en los últimos momentos de la vida de Paul y Ginebra. Cerrando la película a la vez que acaba la música. Todo esto (final, música y belleza de imágenes por delicadeza y crudeza), según mi opinión, dejará al espectador un muy buen sabor de boca.

· La canción “Smells like teen spirits” se escuchará completa en los títulos de crédito. A parte de esto, y del beso, la melodía de esta canción se escuchará en otros fragmentos de la película, pero menos detalladamente, ya que es el tema principal de la película.



11 comentarios:

Jorge Moreno Celaya dijo...

que entretenidaaa!
se supone qe debería de estar
estudiando para mi exmane
pero no me dejaba la historia!!!

muy buenaaa!!!

saludosz!

Cynthia dijo...

Vaya que suspenso que intriga me gusto mucho,,, Viggo encaja perfectamente,,,

Mark Rubio dijo...

gracias a los dos!!!

Espero q os guste a todos mucho!!

saludos!!

(x cierto jose, podria publicar en mi blog algo sobre mi historia?? como la musica o el cartel??)

Jose Barriga dijo...

Por supuesto cada autor puede publicar en su blog información relacionada son SU obra,… felicidades Pijo es una Obra maravillosa…

Mariano Masci dijo...

Me gustó mucho, tiene suspenso y es entretenida, Además te animaste a escribir una historia larga y compleja, el resultado fue muy bueno!! Y Natalie Portman hace un papel nunca antes visto en ella ;)
Felicitaciones!

PORTAL SOLO CINE dijo...

Muy buena obra, muy entretenida, dialogos divertidos y con un desarrollo muy bien resolvido.

Luego dejo un comentario mas largo, pero ahora estan esperando por la compu jajajaja.

Un saludo

Jorge Moreno Celaya dijo...

eeeiii...

hai muchoes personajes muy buenos
en las obras ya publicadas

deberian de agregarse tres categorias mas en las nominaciones

-MEJOR PERSONAJE FEMENINO SECUNDARIO
-MEJOR PERSONAJE MASCULINO SECUNDARIO
-MEJOR ESCENA

solo sugerencia!

saludos!

Mariano Masci dijo...

Creo que la sugerencia de Jorgee es muy buena, además haría más completa la gala con esas ternas...
es otra sugerencia, pero mía jejeje
saludos!

PORTAL SOLO CINE dijo...

Jajaja, me prendo a la sujerencia jajaja. Si me parece que de esa forma la gala se haria mas completa, Jorjee tiene razón, jaja

PD: ESTA NOCHE SIN FALTA TE MANDO EL AFICHE, LA MUSICA Y LAS CANCIONES.

UN SALUDO

Alvaro dijo...

A mi también me pareció muy buena, Los personajes son muy interesantes.
Estoy de acuerdo con la idea de Jorgee sobre crear esas categorías en las nominaciones a mejores personajes y a mejor escena.

Roke Molina dijo...

Es muy disfrutable tu obra, Pijo. A pesar de ser la más larga (por ahora), se hace entretenidísima y no aburre en ningún momento. Viggo Mortensen es una elección perfecta (al igual que Portman). ¡Felicidades!.