jueves, 11 de septiembre de 2008

Novena Obra en Competición


Titulo: PARÍS, MI INSOPORTABLE PRIMA Y YO


DIRECTOR: El Pijo


GÉNERO: Cortometraje, comedia


REPARTO:

Reese Witherspoon: La prima Marta

Josh Hutcherson: Jaime Sánchez

Toni Collete: Sonia Sánchez

Aaron Eckhart: Jose Carlos Sánchez

Abigail Breslin: Sara Sánchez


MÚSICA: “Mothersbaugh’s canon”, de la película “The Royal Tenenbaums”, compuesta por Mark Mothersbaugh.


SINOPSIS: La familia española Sánchez, que vive en París, recibe la visita de su sobrina y prima Marta, que va a pasar dos semanas con ellos para conocer la ciudad. Poco a poco, los Sánchez se dan cuenta que tenían una mala idea de su prima, ya que resulta ser todo un incordio.


ARGUMENTO:

(Lo escrito entre comillas será la voz del narrador, perteneciente a Jaime Sánchez (Josh Hutcherson), el hijo mayor de la familia, lo escrito entre guiones representarán los diálogos).

Una joven rubia y esbelta mira por la ventanilla del avión la inmensa ciudad que se extiende ante ella: París. Se maravilla y suspira. En ese momento la persona sobre la que está mirando la llama la atención, y se levanta, ya que maravillada por la ciudad había llegado a apoyarse sobre la persona que estaba al lado de la ventana, ya que su butaca daba al pasillo.

A su vez, en el aeropuerto, una familia, Aparca el coche y salen todos corriendo, cuando de repente la madre se para y vuelve al coche, su marido lo abre y la mujer abre la puerta, y intenta despertar a una niña de más o menos diez años. La niña somnolienta se despierta, y su madre la tira de la mano. Alcanzan a su marido y su hijo y continúan con las mismas prisas.

A su tiempo, en el avión, la joven rubia está dándose golpecitos a las piernas con las manos, con un aire juguetón y nervioso. El hombre que va a su lado muestra una cara de desesperación mirando a la joven, que está ausente envuelta en sus pensamientos.

De nuevo con la familia, que se está recorriendo todo el aeropuerto en un tiempo récord, con el padre metiendo prisas a los demás diciendo que el avión ya ha llegado. De repente, el hijo mayor se para y dice:

-- Quietos, el vuelo llega con retraso.

Todos se quedan mirándole, y él señala la pantalla en la que lo indica. Toda la familia se queda en silencio, mirándose unos a otros. Tras reponerse de la maratón, continúan su camino.

“Mi nombre es Jaime Sánchez”, comienza el narrador de la historia, el hijo mayor. “Tengo trece años, soy español, pero por cuestiones de trabajo de mi padre vivo en París desde hace dos años. Mi padre, se llama Jose Carlos, mi madre Sonia y mi hermana Sara. Todos nos hemos acostumbrado bastante bien a vivir en Francia. El francés ya le dominamos, y cuando acabé el verano mis padres han dicho que nos sacarán del colegio español para llevarnos al francés. Pero bueno, ahora todo esto no viene a cuento. Estamos en este aeropuerto para recoger al encanto de mi prima Marta. Durante las vacaciones de verano ha decidido venir a vernos dos semanas, también para conocer la ciudad. Me llevo genial con mi prima. Aunque tampoco es que la haya visto más allá de las reuniones familiares. Y últimamente ha estado muy ocupada estudiando, ya que será médica algún día, por lo que ni eso”.

“Lo cierto es que yo no tenía ni idea de lo que me esperaban esas dos semanas de convivencia con ella. Estaba todo ilusionado por que viniese, pero también lo estuve por que se fuese. Hay que ver como cambian las personas cuando se vive con ellas”.

La joven mira y mira a las maletas que pasan en la cinta transportadora. Sonríe al ver su maleta. Se dirige a cogerla, pero abulta tanto y ella no tiene la suficiente fuerza que al cogerla tira otra maleta al suelo. Se espera. Vuelve a sonreír, y ya con más cuidado coge su otra maleta. Sale de la sala, y nada más salir alguien grita su nombre. Una niña pequeña corre a abrazarla. Ella la saluda y la corresponde, tras eso, pasa a saludar al resto de la familia.

-- ¿Qué tal el viaje, Marta? – Pregunta Jose Carlos.

-- Si, bueno, no ha estado mal, aunque la próxima vez que vuele iré en primera clase y junto a la ventana.

-- Volvamos, al coche, Jaime, coge una maleta de Marta, - dice Jose Carlos.

-- Te lo agradecería, Jaime.

“Vale, lo se, no me puedo resistir a los encantos de mi prima. Es tan dulce que cargar una maleta enorme solo porque ella me lo pide no me parece nada”.

Vuelven al coche, y de camino Marta es la que más habla, contándoles cosas sobre como está su familia allí en España.

-- Para que te vayas situando, Marta, - dijo Sonia. – Vivimos en el barrio dieciséis, en la calle Víctor Hugo, cerca del Arco del Triunfo. Seguro que te gustará. Ya estamos llegando.

“Ese día, fue perfecto. Enseñamos a Marta la casa, y me alegré de que fuese a dormir en mi habitación y la de mi hermana, ya que teníamos tres camas, y no podíamos mover una de ellas a una habitación libre. Tras eso, la llevamos a cenar a un restaurante del Los Campos Eliseos especializado en hacer mejillones. Fue un día para recordar. De ahí en adelante, todo fue a peor.”

“La primera semana pasó tranquila y normal. Mi padre seguía trabajando, así que por las mañanas y como eran vacaciones, mi madre, mi hermana y yo salíamos a enseñarle la ciudad a Marta. Fuimos a muchos sitios, la Torre Eiffel, Arco del Triunfo, subimos y bajamos mil veces los Campos Eliseos, la llevamos al edificio de la Ópera Garnier, la tumba de Napoleón en los Invalidos… Miles de cosas. Y por la tarde con mi padre, ya cogíamos el coche y nos íbamos a sitios menos turísticos, pero con el mismo encanto. Me encanta París. Si dijesen que iban a destruir todas las ciudades del mundo y solo dejasen una, la elegiría a ella, aunque he nacido y crecido más de media vida en una ciudad de España”.

“Bueno, como decía, sus cinco primeros días fueron todos buenos. Llegábamos muy cansados a casa, pero nos lo pasábamos bien. Pero el sábado, la cosa empezó a nublarse”.

“Era sábado, y como mi padre tenía el día libre, decidimos ir a Normandía, ya que para ver París todavía teníamos una semana más. Cogimos el coche, y nos pasamos todo el viaje hasta la costa. Para ver todo los restos del desembarco de Normandía de la Segunda Guerra Mundial y todo eso”.

Los Sánchez y Marta se encuentran en una playa, junto los restos gigantes de los restos de Bunkers de la guerra. Marta está aburrida, y va de lado a lado de la playa.

-- ¡Me tenía que haber traído el bañador!

-- Tienes razón, - contesta mi padre. – Hace buen día para darse un baño.

-- Me teníais que haber avisado de que íbamos a la playa, - contesta Marta. – Yo me habría bañado igual, aunque vosotros no tuvieseis el bañador.

Todos miran a Marta extrañados. Al cabo de un rato, se les ve entrar a un restaurante de marisco. Las peceras están por todas partes, y Marta con alma infantil se para a mirar a todos los cangrejos y langostas que hay. Tras eso, se les ve sentados en la mesa eligiendo lo que van a comer:

-- Me teníais que haber dicho que íbamos a comer en una marisquería, - Dice Marta. – Me habría traído mi dinero. ¿Tenéis para pagarme?

-- Tranquila Marta, te invitamos nosotros. – Contesta Sonia. - ¿Qué quieres?

-- Pues ya que estamos… - Contesta ella. – Estoy por pedirme arroz con bogavante.

-- ¿Para ti sola?

-- Esque, si no, no lo disfruto bien.

“Bueno, el hecho de que mis padres tuviesen que pagarla para ella uno de los platos más caros del restaurante les sentó bastante mal a mis padres. Sobre todo a mi madre, que a partir de ese día no volvió a tratar a Marta de la misma manera. Pero bueno, eso no fue lo peor. El viaje de vuelta a casa se hizo insoportable”.

Se les ve a todos en el coche, Marta va sentada en los asientos traseros, al lateral, en el medio está Sara y al otro lado Jaime. Jose Carlos conduce. Marta abra la boca para decir algo. Pero antes de decir nada la vuelve a cerrar. Vuelve repetirlo, pero se vuelve a arrepentir. Sonia que sabe que Marta quiere decir algo, se gira y la dice:

-- ¿Ibas a decir algo?

-- No es nada interesante.

-- Venga Marta, dínoslo, que parece que tienes ganas.

-- Bueno, es una tontería.

-- Dila Marta, - dijo ahora Sara.

-- Bueno, de acuerdo. Solo decía que tenemos que invitar una noche a cenar a los vecinos del piso de arriba.

En el coche se hizo el silencio. Jaime esboza una sonrisa y a Sonia se le inmoviliza la cara.

-- ¿Y eso por qué? – pregunta.

-- Pues, Sonia, - contesta Marta. – Me gustaría ver como mantenéis una conversación con unos franceses durante la cena, para así aprender yo también, y soltarme un poco en mi francés, que no lo tengo muy en práctica.

-- Esto… Marta, si la vecina de arriba ni si quiera me saluda cuando me la encuentro. – dice Sonia, igual de perpleja que antes.

-- A lo mejor es que todavía no la conoces bien.

-- Tenemos otros amigos. Si quieres invitamos a otros. Pero, ¿los vecinos de arriba?

-- Yo el otro día subí con el hombre en el ascensor, y me dio los buenos días. Si queréis, os puedo ayudar a conocerles, así os devolvería los favores que me estáis haciendo estos días, - contesta Marta.

“Ahí se acabó la conversación. Mi madre no quería saber más del tema, y se volvió a hacer el silencio incómodo en el coche. Pero como he dicho, ese día solo era el comienzo. El día siguiente, domingo, íbamos a ir a Disney World, para que Marta lo conociese. Teníamos que despertarnos pronto si queríamos aprovechar el día allí”.

De nuevo en casa, y ya por la mañana, Jose Carlos dice a Sara que vaya a despertar a su prima. La niña, ilusionada ante la perspectiva de llevar a Disney a su prima, corre dando gritos por la casa. Llega a la cama en la que duerme Marta y la despierta zarandeándola. Marta, sin pensárselo y todavía con los ojos cerrados, mueve el brazo tirando a la niña al suelo, como si espantase a una mosca. Al cabo del rato, vuelve Jaime a despertarla.

-- Marta, despierta. Vamos a Disney.

Marta adormilada todavía, responde:

-- ¿Pero hoy no íbamos a ir al Louvre?

-- No, eso es mañana.

-- Pues despertadme mañana.

Tras decir eso se vuelve a derrumbar sobre la cama.

Al llegar al parque, y situarse en la taquilla para comprar las entradas para Marta (el resto de la familia tiene carné, ya que acuden a menudo), Marta grita desconsolada.

-- ¿¡Pero como que cuarenta euros la entrada!? ¡No me dijisteis que había que pagar entrada.

-- ¿Y qué te esperabas? – Contesta Jose Carlos. - ¿Qué te dejasen entrar gratis?

-- No, yo es que, creía que serían como las ferias de mi pueblo, que tú solo pagas por la atracción en la que te quieres montar. Y como yo no tengo el cuerpo para montarme en montañas rusas, pues me había venido solo con diez euros para la comida.

“Como no, mis padres tuvieron que pagarla la entrada al parque. Aunque solamente se montó en un par o dos de atracciones”.

Están saliendo Jose Carlos, Jaime y Sara de una montaña rusa, y Marta y Sonia les esperaban a la salida. Antes que nada, se paran a ver la foto que les han hecho durante la atracción.

-- Aaaaa, que cara teneis. – grita Marta, riéndose a más no poder. – Teneis una cara de… no se, y Sara tiene todos los pelos en la cara tapándola. Tía, ¿me das dinero y me la compro de recuerdo?

Sonia mira a Marta con cara escéptica, dando claramente a entender que no piensa darla dinero para que se compre esa foto.

Al cabo de un rato, se les ve a los cinco sentados en una terraza de un restaurante del parque, tomando unos refrescos. Es casi de noche, y están a punto de irse.

-- Bueno, ¿que te ha parecido Disney, Marta?

-- Pues que quieres que te diga. Es muy bonito y todo eso. Pero es solo para venir una vez cada mucho tiempo. No entiendo como me decís que soléis venir cada quince días, o una vez al mes. Yo si vengo tanto me aburriría.

-- Bueno, entiende que para los niños está muy bien. Solemos venir con algunos amigos, y pasamos las tardes de fines de semana que no tenemos nada que hacer.

-- Pues sinceramente, no os entiendo. Yo he estado aquí un día, y me ha dejado bastante fría.

“Como podéis entender, ahí también se acabó la conversación”.

“Fueron pasando los días, y Marta cada vez se hacía más insoportable. Mi hermana y yo ya habíamos acabado hartos de estar todos los días de arriba abajo caminando por París. Por lo que el lunes siguiente, dejamos que mi madre saliese con Marta a enseñarla la ciudad. Marta por fin fue al Louvre, la acompañó mi madre la mañana del martes. Pero no se que debió de pasar en el Louvre, pero mi madre acabó tan harta de Marta que a partir de ese día, Marta salía sola por las mañanas, porque mi madre ya no quería acompañarla, y la ponía la excusa de que estaba muy cansada”.

“El miércoles Marta hizo su primera expedición en solitario, se llevó unos cuantos mapas, el carné de metro que la hizo mi madre el primer día que llegó, y dinero. Pero no salió demasiado bien”.

Se ve a los cuatro Sánchez sentados en el salón viendo la tele.

-- Oye Sonia, ¿a qué hora te dijo que volvería Marta?

Mi madre hizo una cara de sorpresa.

-- ¡¡Dios mío!! ¡Me he olvidado por completo de ella! – mira su reloj. – Se supone que tendría que estar en casa a las siete, y son las ocho menos cuarto.

Mi padre se levantó del sillón y fue hacia el teléfono. Empezó a preguntar a mi madre que como se podía haber olvidado de ella, que ahora seguramente estaba perdida.

-- Es que, estoy tan a gusto sin Marta… que momentos de gloria cuando no la veo, - se defendía mi madre.

“Mi padre llamó a Marta al móvil, que al parecer estaba en un centro comercial, que se la había ido el tiempo volando y no se dio cuenta de que tenía que estar en casa desde hacía rato”.

“Llegó el jueves. Y solo quedaban cuatro días para que Marta volviese a irse. Como esperábamos todos que llegase el domingo. Pero el jueves lo deseábamos aún más. Resultaba que a Marta se le había gastado el dinero de su carné de metro, y claro, necesitaba dinero para rellenarlo. Ese día se iba a despertar pronto para ir a algún museo”.

Se ve a Marta despertándose, sale de la habitación, se ducha, se maquilla, desayuna… Está lista para salir. Coge sus cuatro o cinco planos de la ciudad, se los mete en el bolso, pero de repente se da cuenta de que el carné de metro se ha quedado sin saldo, y que necesita dinero para recargarlo. Se dice a sí misma:

-- Qué más da, puedo esperar hasta que se despierten.

Se sienta en el sillón, y enciende la televisión. En su habitación, Sonia ya está despierta:

-- ¿Por qué no se ha ido ya?

Sonia decide quedarse más tiempo en la cama. Mientras tanto, Marta, aburrida, se levanta. Abre una ventana, se asoma, la vuelve a cerrar. Va hacia la habitación de Sonia y Jose Carlos. Se queda en la puerta y ve en la cama el bulto de Sonia. Se queda unos segundos interminables ahí quieta, pero se va al baño. Entra y cierra la puerta dando un portazo. Abre el grifo, tira de la cadena... Sale del baño. Vuelve al salón, sube un poco el volumen de la tele. Va a la cocina y coge un vaso, haciendo más ruido del normal, se sirve agua y acaba la botella. Con la botella de plástico vacía, la compacta haciendo un ruido muy desagradable. Tras eso, vuelve a la puerta de la habitación de Sonia, quien sigue tirada en la cama. Está despierta, pero Sonia evita que Marta se de cuenta.

Marta sigue haciendo ruidos hiendo de una lado para otro de la casa. Hasta que finalmente se rinde y se tumba en el sillón. Pasada ya una hora desde que Marta estaba lista para despertarse, Sonia decide levantarse para no hacer más sufrir a la pobre chica.

-- Buenos días, - dice Sonia, fingiendo somnolencia.

-- Hola, - dice Marta, intentando no parecer enfadada.

-- ¿No te ibas a ir pronto?

-- He decidido esperar un poco.

-- Ah, por cierto, antes de que se me olvide, -- dice Sonia. – Te dejo aquí diez euros para que recargues el carné del metro, que creo que se te había acabado.

-- ¡Gracias!

Sonia se levantó, cogió de la mesa los diez euros, su bolso, y decir un breve adiós, salió por la puerta.

“Es evidente que el enfado de mi madre fue espectacular esa mañana. De su boca salían toda clase de “palabras” dirigidas a Marta, y tacaña o insoportable eran las más suaves. Pero bueno, el hecho de que Marta no se quisiese gastar ni diez euros para su propio transporte, tampoco fue lo más grave. Llegó el viernes, y parecía que se acababa el mundo”.

Están todos comiendo en casa. Un reloj de pared indica que son las dos de la tarde.

-- Hoy cuando volvía, me he encontrado al vecino del piso de arriba, - dijo Marta.

Las caras de todos se paralizaron. Sonia dejó los cubiertos y la miró a la cara.

-- Viendo que vosotros no hacíais nada, les he invitado yo. Así que Sonia, ¿podrías esforzarte hoy con la cena? Dicen que vendrán sobre las ocho y media.

“Os aseguro que nadie habría querido vivir lo que ese día ocurrió en mi casa. Mi madre no pudo soportarlo más y estalló. Soltó una bronca a Marta de las que hacen historia. Pero ya no había nada que hacer, no podíamos decir a los vecinos que no. Así que mi madre dio veinte euros a Marta y la dijo que no volviese hasta las ocho y media, que no la quería ver”.

Así, ya por la noche, mis padres lo tenían todo preparado. Marta estaba sentada en el sillón intimidada, y a las ocho y media exactas, llegan los vecinos. Abundan los saludos, plagados de sonrisas falsas.

“La cena no es que fuese muy agradable. Mis padres estaban todo el rato sonriendo y hablando de chorradas”.

-- Hoy ha hecho bastante bueno. – dice mi padre.

-- Sí, aunque parece que mañana se va a nublar, - contestó el vecino.

Tras eso, Marta intenta comenzar a hablar en francés, y dice una frase que nadie logra entender. Surge así una conversación que durará un rato, con Marta hablando terriblemente mal el francés, los vecinos con cara de no entender nada, y Jose Carlos y Sonia traduciendo todo lo que Marta intentaba decir en francés, con un terrible acento español. Jaime y Sara ríen ante lo ridículo del espectáculo. Tras eso, se hace el silencio incómodo.

-- Parece que mañana va a amanecer el cielo nublado, - dice la vecina, cortando el silencio.

-- Sí, aunque hoy ha hecho muy buen tiempo, - contestó mi madre.

“La cena se acabó, y los vecinos tomaron una copa con mis padres, y se debieron de ir espantados. A pesar de todo, Marta estaba muy contenta, porque según ella esa había sido la mejor manera que habría tenido para mejorar en su francés, que según ella estaba bastante avanzado para lo poco que había estudiado”.

“Llegó ya el sábado. Que era el día más esperado por mi parte, ya que ese día era mi cumpleaños”.

Jaime se levanta intentando no hacer ruido, ya que escucha roncar a Marta. Va hacia el salón, donde ya está el resto de su familia que le felicita. Cuando ya están todos desayunando, Marta se despierta.

-- ¿A qué venía tanto escándalo? – pregunta.

“En ese momento perdí el poco respeto que tenía hacia Marta”.

-- Bueno, me voy a duchar, - y sin decir nada, se fue al baño.

“Estamos en la Plaza de los Vosgos, una plaza preciosa, y mis padres me invitan a cenar a un restaurante por mi cumpleaños. Marta finalmente se acabó enterando. A ver si se está reservando su regalo para la cena…”

Ya con el postre, Marta comienza a hablar:

-- Bueno Jaime, llegó la hora de mi regalo, - dice Marta.

Cogió su bolso, y sacó un regalo cuadrado, que a pesar del envoltorio, era claramente un libro.

-- ¡Gracias!

Jaime abre el regalo y da dos besos a Marta de agradecimiento, diciéndola que era un libro que tenía muchas ganas de leer.

“En realidad, no había oído hablar de ese libro. Pero bueno, esa era la última noche con Marta, y si habíamos resistido ya dos semanas, no era cuestión de enfadarse el último día por su menor de los errores”.

Jose Carlos, Jaime y Marta van cada uno con una maleta. Las meten ambas en el maletero del coche.

-- Voy a echaros mucho de menos. Estas dos semanas con vosotros han sido muy buenas. Y no os preocupéis por la maleta, en cuanto volváis a España os la devuelvo, no me puedo creer que halla comprado tantas cosas como para llenar otra maleta.

Se hicieron una última foto ante el portal de casa. Tras eso, subieron al coche para llevar a Marta al aeropuerto.

-- Bueno Marta, ya llegamos al final. No te olvides de dar recuerdos a tus padres, - dice Jose Carlos.

-- Os echaré mucho de menos, y París me ha encantado, - Dice Marta. – Espero volver pronto.

Todos esbozan sonrisas falsas ante la frase que acaba de decir Marta. Y comenzaron a despedirse.

Cuando Marta pasó por la puerta a la zona de embarque y se perdió de vista, Sonia dijo:

-- ¿Es verdad lo que veo? ¿Por fin se ha ido?

-- Sí, mamá, se ha ido.

Por fin, tras mucho tiempo, todos volvimos a sonreír de verdad, sin esbozar esa sonrisa falsa que habíamos tenido prácticamente todo el tiempo.

-- Que a gusto…

-- Que felicidad.

-- ¡Por fin se fue!

-- Menos mal que ya se ha ido…

-- Que a gusto…

-- Ya no la escuchamos…

-- ¡¡Se fue!!

“Nos fuimos todos inconscientemente hablando solos al coche. Era increíble que por fin se hubiese ido Marta. Por fin se respiraba tranquilidad”.

“Por supuesto, Marta no volvió a París, ni lo mencionó. Pero cuando nosotros ya volvimos a España a vivir, Marta se casó. Pobrecillo su marido, no sabía la que le esperaba. La boda fue muy bonita. Pero lo increíble, es que el viaje de novios que eligió era a París. Así, que se debió de llevar muy buen recuerdo, al contrario que nosotros.”



DETALLES DEL DIRECTOR:

- El desarrollo es lineal, todo ocurre en el orden en el que está escrito.

- La única pieza de música sonará al principio de la película (donde estarán los títulos de crédito iniciales), cuando la familia corre por el aeropuerto, y se parará cuando Jaime dice la frase: “Quietos, el vuelo llega con retraso”. También sonará en los títulos de crédito finales.

- Cuando Jaime narra la historia, las imágenes que se verán serán las que él describe, un pase rápido, por ejemplo, cuando Jaime narra el final de la historia, se verá la boda de Marta; o cuando narra el enfado de sus padres tras invitar Marta a los vecinos, se verá como sus padres discuten con Marta y preparan la cena.

- Cuando Jaime narra la primera semana, se verá como Marta va de lado a otro, como se hacen muchas fotos… Esas imágenes tienen que hacer sentir empatía con el espectador haciendo que acaben tan cansados como los protagonistas recorriendo París.

- La película tiene tres protagonistas, y todos ellos aparecen en el título: el narrador y que cuenta sus vivencias, Jaime (Hutcherson); la persona en torno a la cual gira la historia, Marta (Witherspoon); y la tercera es la ciudad de París, ya que se mostrará toda la belleza de la ciudad en este corto.

- La película duraría aproximadamente media hora, y lo que trataría de hacer son dos cosas: hacer que al público el personaje de Marta le caiga mal, algo por lo que la interpretación de Witherspoon tendrá que estar a la altura y crear un personaje repelente, para que el espectador entienda por qué los Sánchez desean tanto que se vaya, no solo por las cosas que realiza, si no también por su comportamiento. Aún así, siempre su personaje deberá tener una chispa de carisma y dulzura, para crear una sensación extraña en el espectador, y hacer que su personaje sea insoportable y carismático a la vez. Y el segundo asunto será mostrar la belleza de la ciudad de París (como ya hice en mi otra obra, “Invocación”)

4 comentarios:

Cynthia dijo...

Muy linda, sencilla pero notable. Me encanto ese final,.,,. Felicidades Pijo…..

Jorge Moreno Celaya dijo...

Muy sencilla pero bonita! Y esa Witherspoon estaba loca o que? ahajhajha

Aunque debo confesar que me gustó mas
Invocación! xD

saludos

Xavicinoscar dijo...

Witherspoon bordaría el papel. Felicidades por el relato. A mi también me gustó más Invocación, pero debo reconocer que es un duro y digno rival. Saludos.

Roke Molina dijo...

Una obra sencilla, pero simpática y muy, muy disfrutable.
Enhorabuena por todas tus nominaciones, y ¡mucha suerte!